Marruecos
Ni tuve la intención de comentarle sobre mi decisión terminante.
Supe que no comprendería y evadí el asunto.
Tampoco las tenía de volver atrás y sabía que algún gesto acertado de su cara feliz podía derrumbarlo todo y dejarme ahí.
Esa noche debí escaparme y no inventar una discusión que llevaba semanas facilitándolo todo.
Así que me puse de pie saltando de la cama revuelta, agarré la cartera que en el sillón dormía y me fui.
No quise esperar el ascensor, corría el riesgo de un ataque de amor furtivo, un arrepentimiento y un no adiós.
Bajé los nueve pisos de Medrano por última vez y salí corriendo como quien pierde el aire y supura de lo profundo del agua por la puerta amanecida que el portero dejaba entreabierta.
Tomé el primer taxi y no volví.
Me voy a morir a Marruecos.
Es un decisión tomada y es tan inequívoca e inquietante como saberse dormido.
Me voy a morir a Marruecos ahora mismo en un avión que desde aeroparque ose desafiar la gravedad y el tiempo y despegar.
Seis quince. Madrugada fría.
Llegué a casa.
Dejé la televisión prendida.
El ambiente quema de motivos y de estufa.
De los motivos que encendieron la estufa y olvidaron apagarla también.
No voy a dar muchas vueltas, tengo leche y cereal... Como algo, armo el bolso y ya me fui.
Que el propietario se las vea con Dios y le firme los recibos de alquiler porque no vuelvo mas.
¡Y que derriben la puerta porque no dejo nunca las llaves de los sitios donde viví!
En alguna parte del placard guardo un bolso gris que un día mama me regaló.
Necesito llevar poco y docto esta vez.
Remeras varias en distintos colores y jeans.
Un par de sandalias muy lindas que compré en Recoleta, collares, aritos y pasta dental.
Viajo con la ropa puesta.
Me dejo estas zapatillas y las otras a la bolsa vacía de cereal para que no manchen.
Por último el paraguas que no usaré y la foto de Vasilly...
Un instinto negado me llama a ordenarlo todo, por eso con la mano no tentada arranco el cierre de un tirón y con migo las cosas que no necesito pero empaqué.
¡Me voy! ¡Me voy a morir a Marruecos!
A pulsar finalmente las terrazas que vi despierta con la ayuda de un ojo que no mostró el espejo ni la aceptación de los otros.
Yo que fui canario, tierra y siembra. Lluvia trigo sol viento y nueva lluvia.
Cenizas y sol, horno terraza fuego barro agua y ladrillo color té.
¡A las terrazas! ¡A las terrazas de Marruecos que no vi! Donde se escondió el alma que no tuve y a formar parte de un todo que negué desde el principio.
¡A ser pisada y llovida, acariciada por la brisa ardiente de Marruecos yo me fui!
Trula la la la la...
Una melodía por demás familiar o un desvarió casual. Cualquier cosa viene bien a quien se sabe viajante y ni hablar de mí que no estoy de viaje porque no pienso volver...
Avant instantanément ó sans préjugés.
Whisky, hielo. Whisky.
Siempre odié las partes afrancesadas.
Mi cigarrillo se esfumó en el aire.
Ahora mi cigarrillo es aire.
Horas decididas.
Por eso luz, tecla, tecla, oscuridad.
Llave. Puerta. Llave.
Adiós.
Creo que siempre tuve esta impresión y pude ver que la realidad es más compleja que toda la imaginación.
Y ser la voz de un volcán submarino es tal como creí.
Ahora soy las barandas de piedra también y las terrazas en desnivel.
Soy gaviota de noche y colina verde y un tronco inclinado en el día color marrón.
Alfombra y telar me abro lugar, en la tierra, ¡Soy sitio! ¡Soy inmortal!
Y el tamaño de las glorietas inmensas, aún más grandes de lo que preví, incluso más grandes que el sol.
Mi garganta explotó en mil cuerdas vocales y no encuentro manera de pronunciar etcétera.
Y la playa tiene un poder...
Un poder venido en arena, en arena blanca que enciman las olas pero no tocan.

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